Desde este lunes, las escuelas mexicanas comienzan una nueva etapa emmarcada por una política nacional ambiciosa: queda prohibida la venta de comida chatarra en centros educativos. Con la medida, el gobierno busca frenar la alarmante epidemia de obesidad y diabetes que afecta a millones de niños en todo el país.
El cambio llega después de que se formalizara una normativa publicada el año pasado, centrada en eliminar de los planteles escolares alimentos procesados, ultracondimentados o con altos niveles de sal, azúcar y grasa. Refrescos, papas fritas, bebidas azucaradas, frituras artificiales y cacahuates con chile quedaron fuera del menú escolar. En su lugar, se promoverán opciones más saludables como tacos de frijol y agua simple.
“Una de las bases del nuevo sistema educativo mexicano es el bienestar saludable”, declaró Mario Delgado, secretario de Salud Pública. Según el funcionario, la mayoría de los padres respalda la iniciativa.
El anuncio fue celebrado por la Secretaría de Educación a través de un mensaje en redes: “¡Adiós a la comida chatarra!”. También se hizo un llamado a las familias para que preparen alimentos sanos en casa, reforzando la política desde el entorno familiar.
Obesidad infantil: una emergencia nacional
México lidera el consumo de comida chatarra entre niños en América Latina, según la UNICEF, que clasifica la situación como una emergencia. El organismo advierte que el 40% de las calorías diarias de los menores provienen de alimentos y bebidas ultraprocesadas. Hoy, un tercio de los niños mexicanos ya presenta sobrepeso u obesidad.
La presidenta Claudia Sheinbaum, firme promotora del decreto, fue contundente: “Es mucho mejor comer un taco de frijol que una bolsa de papas fritas”.
La medida también se basa en el sistema de etiquetado frontal implementado en 2020. Cualquier producto con al menos un sello negro de advertencia no podrá venderse en las escuelas. Aquellos directores o responsables que incumplan la nueva ley se enfrentarán a multas que van desde los 545 hasta los 5.450 dólares.
Sin embargo, su implementación representa un desafío, especialmente en un país donde intentos anteriores de restringir la comida chatarra han fracasado por falta de fiscalización. De las más de 255.000 escuelas en México, muchas carecen de infraestructura básica como bebederos o acceso constante a electricidad e internet. Además, el comercio informal en las afueras de los colegios, con vendedores ambulantes ofreciendo dulces, nachos y helados, seguirá siendo difícil de controlar.
Para algunos padres, el cambio ya es visible.
“Nos dijeron en la escuela de mi hija que ya no habrá dulces en los eventos, solo fruta y cosas sanas”, relató Aurora Martínez, madre de dos. “Nos va a ayudar mucho”.
Aunque el camino no será fácil, especialistas como la terapeuta infantil Abril Geraldine Rose de León creen que el impacto será positivo con el tiempo: “Será difícil, pero se logrará”.
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