Las preocupaciones sobre la legitimidad de las elecciones presidenciales en Venezuela son evidentes, ya que tanto el presidente en funciones como la oposición proclamaron su victoria el lunes. Esto ha llevado a varias naciones, incluyendo a Estados Unidos, a abstenerse de reconocer los resultados.
Los funcionarios electorales anunciaron que el presidente Nicolás Maduro ganó al candidato opositor Edmundo González durante una conferencia de prensa emitida en la televisión estatal venezolana. Con un 80% de las boletas contadas y una participación electoral del 59%, Maduro obtuvo un tercer mandato con poco más de la mitad de los votos (51%), mientras que González recibió el 44%, según un informe preliminar del director del Consejo Nacional Electoral, controlado por el gobierno de Maduro.
Los resultados fueron revelados en un contexto donde los funcionarios electorales postergaron la publicación de los recuentos de votos detallados de las 30,000 urnas de votación en todo el país, lo que es fundamental para una verificación precisa. A su vez, se reportaron casos de intimidación a votantes, irregularidades en los centros de votación y denuncias de fraude electoral durante el día de la elección.
El secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, expresó que su país tenía “serias preocupaciones” sobre la representación de los resultados en relación con los votos emitidos. Por su parte, la líder opositora María Corina Machado argumentó que encuestas independientes indicaban que González había ganado con el 70% de los votos.
González asumió la candidatura presidencial opositora tras la prohibición impuesta por el régimen de Maduro a Machado en enero, debido a acusaciones de fraude y corrupción que ella ha rechazado. Ella ha sido la figura clave detrás del movimiento de oposición. González, afirmando que “los venezolanos y el mundo entero saben lo que sucedió”, destacó que lucharán hasta que se respete la voluntad del pueblo.
Históricamente, el gobierno de Maduro ha sido señalado por manipular resultados electorales. El gobierno estadounidense ha calificado su reelección en 2018 como fraudulenta, argumentando que Venezuela no ha tenido elecciones democráticas desde 2015.
Opiniones de líderes extranjeros resaltan el dilema. El presidente argentino Javier Milei llegó a calificar los resultados como un fraude, mientras que mandatarios de Costa Rica y Perú también los rechazaron. El presidente chileno Gabriel Boric expresó que era “difícil de creer” y enfatizó que no aceptaría resultados que no fueran verificables. Esta postura fue respaldada por el ministro de Relaciones Exteriores español, José Manuel Albares, quien pidió la divulgación de detalles de todas las estaciones de votación para garantizar resultados plenamente verificables.
Desde otra perspectiva, países como Rusia, Cuba, Honduras y Bolivia han respaldado la victoria de Maduro. Los líderes de Brasil y Colombia, que recientemente han intentado restaurar relaciones con Venezuela, elogiaron el carácter “pacífico” de la elección y solicitaron un recuento total de los votos, su verificación y una auditoría independiente con celeridad.
El evento electoral del domingo fue considerado uno de los menos violentos en la memoria reciente, a pesar de que Maduro había insinuado que podría haber un “baño de sangre” si no era reelegido. Bajo su liderazgo, ha continuado con el régimen de un solo partido de Chavismo, que se ha tornado autoritario desde su inicio hace casi tres décadas bajo Hugo Chávez.
Venezuela, que posee las reservas de petróleo más grandes del mundo, ha sufrido una grave crisis económica debido a la mala gestión de este sector durante el mandato de Maduro, junto con sanciones estrictas impuestas por EE. UU. en 2019. Estas circunstancias han causado un efecto dominó que ha llevado al colapso de la economía venezolana y desencadenado una crisis humanitaria que ha dejado a muchos sin acceso a alimentos, atención médica y otras necesidades básicas.
Como resultado, más del 80% de la población ha caído en la pobreza y se estima que 8 millones de venezolanos han migrado a otras naciones latinoamericanas y a EE. UU., generando la crisis de desplazamiento más grande del mundo. A medida que el apoyo hacia Maduro y el régimen Chavista se ha disminuido, el movimiento opositor ha comenzado a ganar impulso, logrando superar la apatía política arraigada que ha persistido durante años de represión gubernamental.
El futuro de la oposición permanece incierto. No obstante, González ha declarado que no se está llamando a sus simpatizantes a salir a las calles ni a cometer actos de violencia. María Corina Machado ha reiterado que “somos un movimiento cívico y pacífico”, subrayando que su lucha continuará hasta que prevalezca la verdad.