Una transición política en Venezuela puede ocurrir incluso después de estas elecciones contaminadas con resultados impugnados y aunque algunas personas en el poder se nieguen a apartarse.
La asistencia masiva a las urnas el 28 de julio mostró que millones de venezolanos optaron por expresarse democráticamente a través del voto, aunque las condiciones estaban lejos de ser libres y justas.
A pesar del fraude nada sorprendente del régimen de Nicolás Maduro para reclamar la victoria, lo que sucedió el domingo es el punto de partida, no una sentencia de muerte, para la transición de Venezuela de regreso a la democracia.
La respuesta flagrante y nada sorprendente del régimen de Maduro fue lo único que podía hacer: intentar robar la elección. No hay evidencia confiable que respalde los resultados oficiales, que el CNE anunció el domingo por la noche, proyectando una victoria de Maduro del 51% contra el 44% de González.
Por el contrario, todas las evidencias, desde encuestas a boca de urna hasta copias de los conteos de votos de los centros de votación a los que los monitores de la oposición tuvieron acceso, apuntan a una sólida victoria de la oposición, incluso en áreas que tradicionalmente apoyaban a Maduro.
Una transición política en Venezuela puede ocurrir incluso después de estas elecciones contaminadas con resultados impugnados y aunque algunas personas en el poder se nieguen a apartarse. El régimen necesita legitimidad internacional, en parte para tener acceso a los principales mercados, y estos resultados electorales ciertamente no la proporcionan.
Mientras tanto, la oposición tiene la legitimidad democrática proporcionada por el voto y, en los últimos meses, se ha apoyado en un mensaje unido de paz y transición. Con el fraude electoral, el régimen intentó cambiar el punto de partida de una negociación política que inevitablemente ocurrirá entre ahora y enero, cuando el próximo gobierno deberá tomar posesión.
Históricamente, el régimen de Maduro no ha hecho concesiones voluntariamente y no lo hará ahora. La principal cuestión para el futuro es cómo ofrecer incentivos, dentro de los límites del estado de derecho, a individuos que puedan ayudar al país a apartarse del actual aparato represivo hacia el complicado camino de la democracia.
El poder no es monolítico en Venezuela hoy y, especialmente después de estas elecciones, habrá divisiones dentro del chavismo. Los principales actores internacionales, incluidos los Estados Unidos y actores regionales como Colombia y Brasil, deben enviar un mensaje claro a las autoridades gubernamentales de alto nivel, así como a los escalones medios e inferiores. Este mensaje debe ser que, si no son responsables de crímenes de lesa humanidad, un estándar legal elevado, no necesitan necesariamente ser incluidos en una lista negra.
Muchos miembros de las fuerzas de seguridad, del poder judicial y de las autoridades electorales pueden tener un futuro mejor en una Venezuela democrática si, en las próximas semanas, deciden no aferrarse ciegamente al poder, no reprimir al público y a la oposición política y respetar la voluntad popular demostrada a través del voto.
Ellos necesitan escuchar, fuerte y claro, de una oposición unida y de los principales actores internacionales que esta es la mejor opción para seguir adelante.