Crisis migratoria deja una herida ambiental profunda en el Tapón del Darién

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By Isabel Gutierrez

Aunque el flujo de migrantes ha disminuido drásticamente en el Tapón del Darién, lo que permanece en la selva no son pasos humanos, sino una devastación ambiental que amenaza la vida de las comunidades indígenas que la han habitado por siglos. En Villa Caleta, Panamá, miembros de la Comarca Emberá ya no se atreven a bañarse en el río Turquesa. Las aguas, antes cristalinas, ahora arrastran basura, combustible y desechos humanos, dejando una estela de contaminación que podría tardar décadas en desaparecer.

El Turquesa ha sido durante generaciones fuente de alimento y sustento para estas comunidades. Hoy, los peces que alguna vez fueron su principal recurso huelen a gasolina, y los niños regresan a casa con la piel cubierta de sarpullidos. “El agua está sucia. Hay que tener cuidado. Todos salen del río con ronchas, sobre todo los niños”, relata Militza Olea, de 43 años, mientras observa las heridas en la piel de su sobrino de tres años.

Contaminación, abandono y crimen organizado

Se estima que más de 2.500 toneladas de basura fueron dejadas por los 1,2 millones de migrantes que cruzaron la selva entre 2021 y 2024. Solo la limpieza básica de la ruta migratoria costará al menos 12 millones de dólares, una cifra inalcanzable para un país con recursos limitados como Panamá.

El ministro de Medio Ambiente, Juan Carlos Navarro, culpa directamente a Estados Unidos. Argumenta que, al haber sido ese país el destino final de la mayoría de los migrantes, debe asumir el costo de los daños. “Si Estados Unidos es responsable porque abrió sus fronteras, entonces debe pagar por ello”, dijo, afirmando además que la administración Biden había prometido una ayuda de 3 millones de dólares que no se materializó bajo el gobierno de Trump.

Pero el daño va más allá de la basura visible. Estudios recientes detectaron altos niveles de coliformes fecales en el río, evidencia clara de contaminación con desechos humanos.

Líderes locales han reportado cuerpos en descomposición flotando aguas abajo y un aumento de enfermedades cutáneas sin diagnóstico oficial.

El crimen organizado también ha tomado terreno. Grupos como el Clan del Golfo, con larga trayectoria en el narcotráfico y la minería ilegal de oro, aprovecharon el caos para extender sus operaciones. En algunos sectores, talaron y quemaron extensas áreas de selva para plantar coca. En otros, alquilan tierras en reservas indígenas para lavar dinero, a costa de incendiar y deforestar terrenos antes vírgenes.

Según el observatorio Global Forest Watch, la deforestación en el Darién se disparó en 2023 tras años de relativa estabilidad. El impacto para las comunidades indígenas que viven de la selva es devastador.

Para los habitantes de Villa Caleta, el abandono del Estado ha sido tan doloroso como la contaminación.

“Sin agua, no hay vida aquí”, afirma Olea, preocupada por el suministro durante la estación seca. Aunque una planta instalada por una organización humanitaria provee algo de agua potable, saben que no será suficiente.

El gobierno panameño afirma que buscará “rescatar la selva de la anarquía ambiental”, pero para muchos ya es tarde. La huella del éxodo humano no solo alteró el ecosistema: rompió el equilibrio de una cultura que convivía en armonía con la tierra.