San Juan vive un momento único gracias a la residencia de Bad Bunny. La capital se transformó en un escenario abierto con murales, música en las calles y exposiciones en museos. Todo gira alrededor del artista boricua más influyente de la última década.
Un fenómeno cultural y económico
Hoy, caminar por San Juan es respirar Bad Bunny. En las casas, en los comercios y hasta en los autos suenan sus canciones. Además, en un centro comercial los fans disfrutan de una experiencia inmersiva inspirada en su disco Debí Tirar Más Fotos. Incluso el Museo de Arte exhibe los tenis diseñados por el cantante.
La exaltación tiene un motivo claro. En la cima de su carrera mundial, Bad Bunny eligió hacer 30 conciertos en el Coliseo de Puerto Rico, que alberga a 18.000 personas. Las primeras fechas fueron exclusivas para residentes. Más tarde, las demás entradas se agotaron en minutos con seguidores de todo el planeta.
El impacto económico es evidente. Según Moody’s, la residencia generará 250 millones de dólares en ingresos directos y mejorará el crecimiento del PIB en 2025. Hoteles, restaurantes y aerolíneas ya registran cifras récord en plena temporada de huracanes, cuando el turismo suele caer.
Una experiencia que trasciende el show
La fiesta arranca fuera del Coliseo. Marcas promocionan productos, vendedores ambulantes ofrecen comida y el público celebra con banderas y trajes típicos. El ambiente refleja orgullo cultural y diversidad generacional.
El espectáculo inicia a las 21 horas. El escenario reproduce paisajes icónicos: la selva El Yunque, el flamboyán y las plantaciones de plátano. Durante tres horas, el cantante mezcla casi todo el nuevo disco con grandes éxitos de su carrera.
La primera parte es más íntima, con temas acústicos y versiones especiales. Luego la energía sube con invitados sorpresa. La banda Chuwi, por ejemplo, se unió para interpretar Weltita en un ambiente playero.
El bloque de perreo ocurre en la famosa casita rosa. Allí Bad Bunny baila, brinda y comparte con celebridades como Nicky Jam, Ozuna o Penélope Cruz. Además, convierte el espacio en una pista de baile VIP donde las estrellas disfrutan junto a sus amigos.
La recta final está dedicada a la salsa. Callaíta renace en ese género y, en algunas fechas, figuras como Rubén Blades y Gilberto Santa Rosa se sumaron al espectáculo. El cierre, con Baile Inolvidable, Dtmf y La Mudanza, deja al público vibrando.
Más que música, un manifiesto cultural
El mensaje de Bad Bunny va más allá de los escenarios. Su objetivo es mostrar al mundo la riqueza de Puerto Rico y reforzar su identidad latina. Aunque la isla es un territorio no incorporado de Estados Unidos, mantiene una cultura única, viva y orgullosa.
Para los visitantes, la experiencia es doble: concierto y conexión cultural. Desde el tradicional arroz con habichuela hasta la forma de disfrutar la playa con cerveza y música, Puerto Rico comparte mucho con otros países latinos. La diferencia es que, esta vez, la banda sonora tiene nombre y apellido: Bad Bunny.