Bad Bunny sacude Puerto Rico con música, identidad y denuncia social

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By Isabel Gutierrez

En San Juan, mientras los focos iluminaban el Coliseo José Miguel Agrelot y más de 18.000 personas coreaban cada verso, Bad Bunny no solo inauguraba su residencia de 30 conciertos: también abría una nueva etapa de activismo cultural en Puerto Rico. En su nuevo álbum DeBÍ TiRAR MáS FOToS, el artista expone las heridas abiertas de la isla: desde el colonialismo hasta la gentrificación, pasando por el éxodo económico y la pérdida de identidad.

La noche del viernes comenzó con un mensaje proyectado en la pantalla del escenario: “Puerto Rico es una colonia desde que Cristóbal Colón la ‘descubrió’ en 1493”. El público estalló. Y no fue para menos: el concierto se convirtió en un acto colectivo de memoria, orgullo y denuncia.

El álbum ha generado impacto más allá de la música. Fanáticos de todas las edades asistieron con atuendos tradicionales, como las faldas con volantes de la bomba o los sombreros de paja conocidos como “pavas”, en una reivindicación visual de las raíces boricuas. Al mismo tiempo, universidades como Princeton y Yale ya crearon cursos dedicados al fenómeno Bad Bunny, evidenciando la dimensión cultural de su obra.

Durante el espectáculo, Benito Martínez Ocasio cantó desde el techo de una casa puertorriqueña recreada en el escenario. Preguntó en voz alta si aún vivía gente allí o si ya era otro Airbnb. Su letra “Quieren llevarse el río, también la playa. Quieren mi barrio y que se vaya la abuela” resonó con una juventud golpeada por la crisis inmobiliaria y el desarraigo.

No fue solo una presentación musical. Fue un manifiesto. Carmen Lourdes López Rivera, de la comunidad de La Perla, lo explicó claramente:

“Siempre han dicho que quieren sacarnos. Vamos a luchar por lo que nos pertenece”.

Desde que se lanzó el disco, el interés por la fauna local también creció. Un video con el sapo crestado puertorriqueño, especie en peligro de extinció, despertó una ola de mensajes de ciudadanos enviando fotos para confirmar avistamientos. “Esto no lo habíamos visto antes”, dijo Abel Vale Nieves, de la organización Ciudadanos del Karso. Para él, Bad Bunny retrata “una situación de desventaja total donde no tenemos derecho a muchas cosas”.

Más allá del contenido simbólico, los efectos económicos son palpables. Las autoridades estiman que los conciertos atraerán a más de 600.000 visitantes, generarán más de 186 millones de dólares y crearán 3.600 empleos. Para una isla golpeada por apagones, migración y pérdida de servicios, este evento no solo visibiliza sus problemas, sino que también representa esperanza.

“Es una oportunidad hermosa”, dijo Vale Nieves. “Nos están viendo. Y quizás, esta vez, nos escuchen.”