Parece un guion extraído de una ficción distópica, pero la amenaza fue transmitida con total seriedad desde el Palacio de Miraflores. Enfrentando lo que describe como una “amenaza externa extrema”, la dictadura venezolana ha anunciado una escalada insólita en su estrategia de defensa nacional.
Diosdado Cabello, el poderoso número dos del chavismo, reveló que los militantes pro-Maduro comenzarán a recibir entrenamiento de comunidades indígenas para utilizar armamento silencioso y letal: flechas con puntas bañadas en curare, un potente neurotóxico, destinadas a ser usadas contra posibles invasores estadounidenses.
Esta directriz surge justo cuando la presión desde Washington se intensifica, con el portaaviones USS Gerald Ford patrullando el Caribe y el Departamento de Estado designando oficialmente al Cartel de Los Soles como una organización terrorista vinculada directamente a Nicolás Maduro.
Resistencia asimétrica y movilización de masas
La evidente disparidad en capacidad militar ha llevado a la dictadura a recurrir a tácticas de guerra psicológica y asimétrica para mantener el control interno y disuadir amenazas externas. Por consiguiente, el régimen está movilizando a más de 4,5 millones de activistas encuadrados en los “Comités Bolivarianos Integrales de Base”, instándolos a mantener “nervios de acero”. Mientras Maduro intenta proyectar una imagen desconcertante de paz —llegando incluso a entonar torpemente la canción “Imagine” de John Lennon en televisión nacional—, su administración prepara simultáneamente una resistencia de tierra quemada.
La advertencia de Cabello de que las fuerzas extranjeras “van a saber lo que es el curare” busca avivar el sentimiento antiimperialista y, al mismo tiempo, señalar que el régimen está dispuesto a convertir el país en una trampa mortal. En resumen, la cúpula chavista apuesta por armar a la población con tácticas ancestrales para garantizar su propia supervivencia, prefiriendo una insurgencia prolongada y caótica antes que ceder el poder.

