Ciudad mexicana afectada por el cártel espera que la presión de Trump contra el narcotráfico traiga cambios

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By Isabel Gutierrez

Antes del amanecer, un director de escuela primaria en la capital del estado de Sinaloa revisa distintos chats en su teléfono en busca de noticias sobre tiroteos u otros incidentes. Si hay peligro, envía un mensaje a los padres de los alumnos para suspender las clases.

No es la única precaución que han adoptado los habitantes de Culiacán, una ciudad de un millón de habitantes que en los últimos seis meses se ha convertido en el campo de batalla de las dos principales facciones del cártel de Sinaloa.

La violencia ha modificado la rutina diaria. Los funerales tienen horarios restringidos, las bandas que antes tocaban en grandes fiestas ahora buscan ganar dinero en los cruces de calles y cualquier ruido fuerte hace que los niños corran a esconderse. Quienes viven en las zonas de conflicto temen por sus vidas todos los días.

Durante mucho tiempo, los habitantes de Culiacán sintieron seguridad bajo el control absoluto del cártel. Sin embargo, la reciente presión ejercida por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para que México actúe contra los grupos criminales ha generado esperanza entre algunos residentes de que la situación pueda cambiar y que el cártel deje de ser visto como un protector.

Cansados de vivir entre las balas

La escalada de violencia comenzó en septiembre, tras el secuestro y posterior arresto en Estados Unidos de Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los líderes del cártel. Su captura desató una lucha de poder entre facciones y rompió el pacto no escrito de no atacar a los civiles ajenos al narcotráfico.

Desde entonces, los enfrentamientos han provocado más de 900 muertes. Se han reportado robos de vehículos, secuestros y bloqueos en las carreteras donde hombres armados revisan los teléfonos móviles de los conductores en busca de vínculos con la facción enemiga.

Los habitantes de Costa Rica, un pequeño poblado al sur de la capital, describen la línea divisoria del conflicto: de un lado están los “Chapos” y del otro los “Mayos”. Muchos prefieren mantenerse en el anonimato por temor a represalias. Un anciano relató haber visto a sicarios arrojar dos cuerpos en la calle.

Las desapariciones también se han vuelto frecuentes. Julio Héctor Carrillo, de 34 años, desapareció a finales de enero tras visitar a un familiar. Su familia, demasiado asustada para pegar carteles, recurrió a las redes sociales para buscarlo. Un colectivo de búsqueda halló un cuerpo que aún está en proceso de identificación.

“Estamos muy cansados de vivir entre las balas”, confiesa un pequeño empresario de 38 años. Para proteger a su familia, ha impuesto reglas estrictas: su hijo de 18 años ya no usa bicicleta y solo sale acompañado. Su hija de 7 años pregunta todas las mañanas: “Papá, ¿hoy podré ir a la escuela? ¿Ya revisaste Facebook?”.

¿Estados Unidos es la solución o el problema?

En el último mes, la respuesta del gobierno mexicano ha cambiado drásticamente, y muchos creen que la victoria electoral de Trump es la razón.

El anterior presidente, Andrés Manuel López Obrador, minimizó el problema del narcotráfico y evitó confrontar a los líderes de los cárteles. Su aliado, el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha, adoptó una postura similar. Sin embargo, tras la victoria de Trump y su amenaza de imponer aranceles del 25% a México si no tomaba medidas, la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, ha optado por una estrategia más agresiva.

Las operaciones de seguridad en Sinaloa han aumentado significativamente. Solo en diciembre, las autoridades confiscaron más de una tonelada de fentanilo, comparado con las 286 libras incautadas en todo México durante la primera mitad de 2024. En febrero, se desmantelaron 113 laboratorios de drogas sintéticas en el estado.

En Culiacán, las autoridades han derribado más de 400 cámaras de vigilancia del cártel. “Nunca habíamos visto una operación tan intensa contra los grupos criminales”, señala Ismael Bojórquez, un veterano periodista especializado en crimen organizado.

Algunos habitantes ven con buenos ojos la presión estadounidense. “Nunca imaginé que Trump tuviera tanto poder para hacer esto… pero estoy agradecido”, dice un comerciante en un retén policial. Una mujer de 55 años coincide: la noche anterior asistía a una misa por su yerno, asesinado por una bala perdida mientras caminaba con su hija.

Superar el miedo y recuperar la paz

En la escuela primaria Sócrates, en el centro de Culiacán, los carteles explican cómo reaccionar ante un tiroteo. Los alumnos practican simulacros tirándose al suelo al escuchar la alarma. El director, Víctor Manuel Aispuro, dice que no recuerda la última vez que todos los alumnos asistieron a clases. Cerca de 80 familias han abandonado la ciudad y en algunos días solo asisten diez niños.

A finales de enero, un estudiante de 9 años fue asesinado junto con su hermano de 12 y su padre en un asalto. Su muerte provocó una inusual protesta ciudadana.

En un taller organizado por una ONG, los niños escribieron sus miedos: arañas, disparos y camionetas blancas, el vehículo preferido de los sicarios. Otro escribió que teme ser extorsionado o asesinado.

“La población está llena de angustia colectiva, ansiedad y enojo social”, explica Miguel Calderón, coordinador de un grupo ciudadano de seguridad. Espera que esta crisis cambie la percepción de la gente sobre el cártel y deje de verlo como un protector.

Por ahora, en Culiacán, la incertidumbre sigue dominando la vida diaria.